La delgada línea entre la empatía y la revictimización

La delgada línea entre la empatía y la revictimización

noviembre 27, 2018

El fotoperiodista Germán Canseco reflexiona sobre la compleja relación entre la ética y la fotografía

| Ética periodística

 

La pregunta sobre qué es ético y qué no lo es en el periodismo existe desde sus inicios: qué podemos mostrar, qué podemos describir sin tocar sentimientos y fibras teniendo muy presente el impacto que nuestras palabras o imágenes pueden tener en la vida de los demás. Hasta qué grado tenemos que escribirlo, tocarlo y moverlo, provocar a una sociedad con nuestras imágenes y palabras para que reaccionen, para llamar su atención, para despertar su interés. 

Existen reglas claras de la ética en el periodismo como el no recibir dádivas o dinero de políticos o de gente que represente de alguna manera el poder. Si bien el periodismo no puede dar la verdad absoluta, sí debe tratar de acercarse a los hechos más fidedignos y ser imparcial ante los mismos. 

La ética es el estudio de la moral y de las acciones humanas. Define lo que es bueno y lo que es malo, pero lo que considero ética al final del día es la autorregulación de los límites morales que tiene cada persona y cada sociedad.

La Ethical Journalism Network nos proporciona cinco principios básicos para realizar un periodismo con ética: 

1. Verdad y Precisión

Los periodistas no siempre pueden garantizar la “verdad”, pero obtener los hechos con exactitud es un principio cardinal del periodismo. Siempre debemos luchar por la precisión y verificar los datos.

2. Independencia

Los periodistas deben ser voces independientes que no deben actuar en nombre de intereses específicos, ya sean políticos, empresariales o culturales. 

3. La equidad y la imparcialidad

La mayoría de las historias tienen al menos dos lados. Si bien no hay obligación de presentar todos los puntos de vista en cada pieza periodística, las historias deben ser equilibradas y presentadas con contexto.

La objetividad no siempre es posible, y puede no ser siempre deseable (al narrar, por ejemplo, actos de extrema brutalidad o crueldad), pero informar imparcialmente genera credibilidad y confianza.

4. Humanidad

Debemos ser conscientes del impacto de nuestras palabras e imágenes en las vidas de los demás para no revictimizar a las personas.

5. Responsabilidad

Una señal segura de profesionalismo y periodismo responsable es la capacidad de asumir nuestra responsabilidad. Cuando cometemos errores, debemos corregirlos y nuestras disculpas deben ser sinceras, no cínicas.

 

Dos ejemplos de repercusión mundial

En la fotografía de la portada de El País del viernes 11 de marzo del 2004,  del fotógrafo de la agencia Reuters Pablo Torres Guerrero, se muestra una escena caótica en la que se retrata el atentando al tren de Madrid.  Vemos la terrible huella de la explosión en los vagones del tren, así como una veintena de personas heridas. En la imagen se puede observar en el tercio inferior izquierdo el trozo de una pierna. 

Esta imagen fue publicada en las portadas de distintos diarios en el mundo, pero cada uno le dio su propio estilo editorial. Desde presentar la fotografía sin ninguna manipulación, hasta desaparecer el trozo de pierna como lo hicieron LA Times y The Daily Telegraph, recortar la imagen o poner el encabezado sobre la extremidad para que no se notara tanto. Algunos periódicos justificaron estas modificaciones por el respeto a las víctimas y el dolor de los familiares. 

Desde mi punto de vista, cuando se altera una imagen se está impidiendo que los lectores conozcan toda la verdad y las dimensiones de cualquier tragedia. Es, además, una falta de respeto al creador de la misma. 

En 1993 el fotógrafo Kevin Cárter viajó a Sudán para realizar reportajes sobre la hambruna y la guerra en ese país y tomó una de las imágenes más icónicas del siglo XX, conocida como “El niño y el buitre”. En marzo de 1993 The New York Times publicó en su primera plana la imagen que tiempo después lo haría ganador de el Premio Pulitzer. A partir de esa fecha, Carter tuvo que vivir la pregunta y el señalamiento constante de haber tomado la foto y no ayudar al niño.

El mundo no se horrorizaba de la fotografía, sino del fotógrafo que la había tomado. Se llegó a decir que la fotografía describía el mundo: el niño personificaba el hambre y la miseria en África, el buitre representaba al capitalismo y el fotógrafo a la sociedad insensible ante el problema. Tendríamos que mencionar que gracias a esta fotografía el problema de la hambruna y de la situación en Africa se hizo mucho más visible y la sociedad se sensibilizó ante el problema. 

¿Fue ético o no hacer la foto?

¿Es ético mostrar el dolor tal cual es?

¿Es ético que la sociedad se ruborice y se apene de sí misma?

Reportaje fosas en Tetelcingo

Por la cobertura en las fosas de Tetelcingo, Morelos, me criticaron por hacer fotografías de mal gusto y apología de la violencia, por lucrarme con el dolor y no respetar a las víctimas.  

No sé si fue un exceso de violencia visual. Si así lo sintieron algunas personas pido una sincera disculpa, ya que parte fundamental de la ética es responsabilizarse de nuestros actos.

Realicé este trabajo porque para mí era importante fotografiar los horrores cometidos en una fosa del Estado, una fosa que no contaba con carpetas de investigación, había cuerpos sin identificación adecuada y los cadáveres estaban embalados en bolsas de plástico negras,  algo que no se apega a ningún protocolo. La Fiscalía de Morelos había señalado que en la fosa se encontraban 35 cuerpos. Al final fueron hallados más de 53, todos con severas irregularidades. 

Pienso que el no haber mostrado estas imágenes era convertirme de alguna manera en cómplice de los creadores de las fosas de Tetelcingo y del Estado omiso. Sí, son imágenes fuertes e incómodas, pero considero que son necesarias para que nunca se olvide en la historia las omisiones que tuvieron las autoridades. 

 Los picaderos: el inflamando

En algunos foros me preguntaron si en este trabajo documental que realicé para el semanario Proceso había vulnerado a las víctimas. Se cumplieron con las reglas básicas de la ética periodística, como el no manipular las fotografías, ni la escena fotografiada, ni solicitar o intercambiar imágenes por dinero, así como en cada uno de los picaderos visitados para dicho reportaje solicitaba autorización para entrar y fotografiar. Daba una explicación del porqué y el para qué las fotos.

Para mí era de suma importancia documentar las situaciones y vida dentro de un picadero. En todo momento las personas fotografiadas estaban enteradas de que este era un trabajo periodístico que sería publicado.

Mi interés era mostrar la situación en que viven los usuarios a la heroína y exponer al gobierno, que solo les da dos opciones ante este grave problema:  la Cristoterapia —rezar y esperar a que desaparezca la adicción— o consumir metadona, que es vendida en centros de salud donde los usuarios tienen que hacer largas filas en la calle con un costo mayor que el de su droga favorita. 

Quería mostrar también que un alto porcentaje de los usuarios son indocumentados. Salieron de su lugar de origen para buscar una mejor vida, para perseguir un sueño. Que el problema de las adicciones y las drogas no se resuelve (en ese momento esa era la estrategia) con la militarización de las calles y la persecución a los usuarios de cualquier tipo de droga. Que no es un problema de seguridad nacional, sino uno de salud que se tiene que abordar a un nivel interdisciplinario.

Cuando una foto despierta los sentimientos de una persona está cumpliendo su cometido, sin embargo, hay una línea muy delgada entre crear empatía con la gente y revictimizarla. No podemos olvidar que le ética es uno de los valores fundamentales del ser humano. 

 

Nota tomada de Horizontal.mx