La solidaridad tiene la última palabra.

La solidaridad tiene la última palabra.

abril 13, 2021

Por Jorge Atilano González Candia*

La pandemia del coronavirus deja en evidencia que todos los humanos formamos un solo cuerpo, desde Wuhan hasta la Ciudad de México, pasando por Lombardía y Madrid. No importa la lengua, ni el color de la piel, ni el lugar geográfico, todos estamos entrelazados. Ahora entendemos que si una parte está dañada, el cuerpo no termina de estar sano; la salvación se logra en comunidad, nadie puede salvarse solo, por eso la solidaridad tiene la última palabra.

 

Esta enfermedad nos descoloca para recuperar nuestro rumbo, estamos aquí para dar vida junto con los otros; nos hace tomar conciencia de que estamos en un territorio con otras personas y otras especies, ahora escuchamos las aves, contemplamos las estrellas o disfrutamos del agua; nos hace pensar en la importancia de los abuelos, escuchamos sus historias y los cuidamos; en resumen, nos hace volver a la familia y a la comunidad donde se encuentran las redes de apoyo para enfrentar las emergencias.

 

El detener nuestras actividades para aislarnos en casa nos obliga pensar en cómo estoy, cómo está mi cuerpo, cómo están mis relaciones y cómo está nuestro mundo. Entramos en el territorio de la soledad que puede llevarnos a los ruidos que generan angustia, o bien, puede ser una oportunidad de silencio capaz de desintoxicar la mente para volver a la armonía. La clave está en vivir este aislamiento acompañando y dejarnos acompañar, sabernos parte de otros que nos

cuidan y están con nosotros para cualquier emergencia, y sabernos capaces de animar la vida de otros en el momento de cuidarlos.

 

San Ignacio insiste que para ordenar la vida es necesario “apartarse” y “concentrarse” (Ejercicios Espirituales, Anotación 20). Apartarse de la rutina cotidiana para entrar en silencio y concentrarse en un punto, que desde la visión cristiana es Jesús, es lo que permite volver a la armonía. La soledad en sí mismo no es suficiente para ordenar la vida, es necesario la concentración y el acompañamiento en el silencio, tener con quien dialogar y dejarme interpelar, alguien que me muestre y me haga sacar lo mejor de mi persona.

 

La tierra nos obliga a vivir este aislamiento o cuarentena, justo antes de recordar el misterio de la muerte y la resurrección de Jesús, como si supiera de la necesidad de repensar nuestros estilos de vida y el modo de relacionarnos. Esto que vivimos es para algo… De la muerte y el dolor algo nuevo va a surgir. ¡Qué paradoja! Un virus tan pequeño ha paralizado un mundo tan grande. Esa pequeña criatura está mostrando que el hombre no tiene el control de este mundo y que todos nos necesitamos.

 

Que este tiempo sea de mostrar la solidaridad y la corresponsabilidad que caracteriza al pueblo mexicano; una vez más podremos salir adelante con la unión y la organización de todos nosotros.

 

Tenemos la experiencia de otros momentos históricos en que las desgracias nos han hecho más fuertes y más orgullosos de pertenecer a esta tierra de grandes raíces.

 

*Director General del Centro de Investigación y Acción Social por la Paz.

Este artículo fue publicado en Ciasporlapaz.com